Algoritmos, cadenas de bloques, criptomonedas. El nuevo
renacimiento,
No hablemos de arte aún, hablemos de Meta verso y de cómo el
sólo hecho de hablarde este asunto nos
abre las puertas a un mundo que transita en paralelo al que hemos vivido las generaciones
que ya pasaron los 50 años y el que conoce la mayoría de las personas. El meta
verso no es un concepto maduro y más elaborado para redefinir el Mindcraft de
hace una docena de años para luego convertirlo en un universo aparte virtual y
tangible a la vez, el meta verso es esencialmente una redefinición del concepto
del deseo individual que se socializa en una comunidad cuyos valores tienen que
ver con la descentralización del poder. Es como la cristalización de una nueva
democracia en donde los individuos diseñan una nueva forma de civilización.
Estamos ante una revolución que está muy lejos de
interesarle tener prensa o marcar pautas colectivas y doctrinarias del tipo
militante; todo lo que sucede en este terreno es nuevo, sucede, se siente, se comparte
a pesar de lo fáctico y de lo ético normado hasta hoy. Es una nueva ética de
las cosas, una nueva manera de lenguaje en donde las pantallas y la transmisión
de códigos de núcleo son básicamente digitales.
Cuando hablamos del poder hablamos de datos, cuando pensamos
quien tiene el poder se habla de alguien que accede a ellos, los posee y a
partir de ahí provoca cambios que van desde lo emocional individual hasta lo
político-social .
Así se está dibujando el mundo hoy pasando a través de los
dedos sobre una pantalla de un celular.
Hace ya un par de meses vengo estudiando este naciente
universo paralelo algo silencioso pero veloz y frenético y de cómo impacta a la
cultura de lo habitual, lo conocido y aprendido, intentando mantener distancia
de los prejuicios a priori y me ha parecido mucho más interesante y alucinante
que sólo tener una simple opinión sobre los NFTs (Not Fungible Toquen) y los
espacios digitales o del ciberespacio donde habitan.
La verdadera revolución no está en su existencia sino que en
la percepción del valor que los coleccionistas del arte les asignan. No son las
obras en si mismo sino que es el poder de definición que proviene de un deseo
de ser auténtico e independiente de una hegemonía histórica que determina que
es arte valioso y cual no lo es.
En ese contexto la relación de adquisición de una obra de
arte digital adquiere su valor en cuanto satisface un deseo que va más allá del
gusto o del cálculo proyectado en el tiempo sino que más bien es denotar esa
parte de libertad esencial de participar en este nuevo Mindcraft esta vez de
manera real y con una nueva consciencia sostenida en una descentralización del
poder de las elites que le han otorgado distancia inmaculada al arte como
manifestación humana exclusiva para unos pocos.
Esta sucediendo y lo están viendo algunos cuantos pero este
giro en la historia del arte es un nuevo renacimiento que va de la mano de un
cambio epocal irreversible.
La pregunta que hay que hacerse es ¿qué pasará con los
pintores, escultores, artesanos, grabadores que siguen trabajando en el mundo
análogo tridimensional?, ¿Desaparecerá el concepto de valor de lo manual?, ¿la
velocidad de las cosas que provoquen los cambios serán solo digitales?
Estamos en eso ahora, responderse estas preguntas es fundamental.
Incluirse en este mundo paralelo y entenderlo como real y natural es parte de
los desafíos que tenemos los trabajadores y pensadores que trabajamos en las
industrias creativas.
Finalmente les comparto este reportaje que estimo de real
interés para quienes se están abriendo a entender esta corriente de expresión
artística y su relación con las personas que la están valorando.
Ayer 14 de Mayo del 2022 se presentó en Chile, Sheila Blanco la compositora, cantautora, cantante y poeta española más conocida por estos pagos como la simpática YouTuber creadora de los famosos BioClassics. Como precedente del cartel de fama no es banal pues Sheila nos acompañó con esos videos viralizados durante los años de pandemia, pasados de contacto en contacto hasta alcanzar más de un millón de visualizaciones y más allá de quedarnos en los números en el país del Excel, lo que cuenta aquí es que esa fama se acompaña con la educación de escuchar la música, la que cura, la que despierta, la que abre los caminos creativos y deja los corazones con la quietud dulce y mansa que solo puede encontrarse en la belleza.
Pero no, ayer Sheila Blanco vino a contarnos una historia muy distinta a esa fama youtuber cantando a las poetas del 27. Mujeres que escribieron poesía en paralelo al tiempo más fecundo de la poesía española del Siglo 20. Mujeres atrevidas que venían andando al lado de Lorca, Alberti, Guillén, Cernuda, Alonso, Aleixandre y tantos otros curtiendo las pieles desnudas del silencio y de la invisibilidad de sus obras por ser mujeres distintas o peligrosas todas ellas fueron borradas de la historia de la literatura de España por el régimen de Franco y que hoy podemos conocer gracias al gran trabajo realizado por esta iluminada música de Salamanca.
Las mujeres tienen muchas curiosidades para el mundo patriarcal, cosillas extrañas y un poco inexplicables y tal vez es porque quienes intentan explicar las funciones de la lógica cartesiana a través del lenguaje son y han sido siempre hombres. La lengua regulada desde la Real Academia Española de la Lengua fundada en 1733, aquella institución tan hierática como juzgadora de la realidad que es donde se esconden las palabras como juicios de hecho reconoce a Carmen Conde como la primera mujer integrante recién en 1978. Estas curiosidades que hablo tienen que ver con acciones no valoradas por ser precisamente revoluciones antes de tiempo, acciones del empoderamiento de sus miradas y versión del mundo, de las vidas que se viven, de los sueños, de las guerras internas profundas, todas ellas sin pedir permiso de nadie. Simplemente se hacen porque las mujeres tienen esa capacidad de entender la libertad como la ausencia absoluta de todos los miedos.
Esto le pasó a todas las “sin sombrero” entre las que se destacan Rosa Chacel, Elisabeth Mulder, Concha Méndez, Carmen Conde, Margarita Ferreras, Maria Zambrano, Josefina de la Torre, Ernestina de Champourein, las atrevidas poetas del 27 quienes en su caminar silente y escondido en papeles guardados por sus familiares, ediciones pequeñas y clandestinas, vidas en el exilio crearon espacios de realidades nuevas revistiéndolas de belleza y honestidad capaces de nadar a pesar de todos los silencios del mundo.
Y como todo no es eterno, hoy podemos descubrirlas gracias a un delicado y riguroso trabajo de investigación realizado por Sheila y que culmina con la musicalización del poemario de algunas de estas creadoras logrando una atmósfera de complementación cómplice tanto con los poemas como de la época y los lugares donde ellas existieron algunas en esa macabra y dura España y otras en el inevitable y doloroso exilio. Lo que hay en este trabajo de Sheila Blanco es dar valor a la dignidad de aquellas mujeres poetas que intentaban relatar ese mundo que transitaba con ellas pero sin ellas, que construía una idea de país bajo la brutalidad de una dictadura fascista-católica con ellas perseguidas y calladas, anuladas para los libros que irían a formar al nuevo españolito que vienes al mundo te guarde dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón como decía el maestro Machado.
Descubrirlas hoy es un regalo que llega en el mejor momento para nuestro mundo, ahora que aquellos censores tan machos como torpes se van cayendo a pedazos, ahora que es cuando las mujeres toman los cuernos de los toros para acariciarlos y guiarlos con fuerza e inteligencia hacia la gran transformación justa y necesaria y que también nos incluye como musos, y que también las incluye como musas y no estoy hablando del feminismo, simplemente estoy intentando retratar a un mundo compuestos por personas más sensibles y respetuosas de la otredad y del gran derecho humano de tener un contacto que haga el bien para todas y todos.
Y descubrirlas además a través de la voz y la música compuesta especialmente por Sheila es aún más significativo y noble pues ella se ha colocado junto a las sin sombrero a la par como si estuviera caminando ese sendero a veces todo rojo y a veces con una franja oscura en el horizonte, o nadando en los cuatro versos de Concha Méndez o simplemente estar así, sola en el universo en el centro como una sola y grande estrella acompañada por un piano, una voz privilegiada y un intenso amor por la poesía que viene llegándonos de estas poetas rescatadas del olvido.
Y por último también es simbólico. La libertad es no tener miedos y también es enfrentar los riesgos: Hacer esta gira, cruzar el atlántico a Sudamérica y compartir este trabajo en Colombia, Perú, Argentina, Chile y Uruguay es sin duda un riesgo que valía confrontar el desconocimiento así como aquellas mujeres del 27 lo hicieron en vida. Sheila, solo conocida en las redes sociales en nuestro país, llegaba a Sudamérica con un trabajo desconocido de poetas mujeres desconocidas incluso en España, algo que refleja el arrojo de la acción y convicción del dar a conocer como el único motor que puede darle un sentido a la relación del arte con las audiencias.
Nuevamente y reitero textual; ese arrojo de la acción y convicción del dar a conocer son las acciones que encierran certezas, acciones del empoderamiento de las miradas y versiones del mundo, de las vidas que se viven, de los sueños, que se sueñan para que la verdadera transformación sea efectivamente una revolución real para estos tiempos y este planeta que lo necesita con urgencia. Por eso gracias mujeres sin sombrero, gracias infinitas Sheila Blanco.
Decía ese cuento bello, que en algún lugar de la Mancha,
vivía un anciano de sobrenombres imprecisos que peleaba contra molinos de
viento, se enamoraba de imposibles y creía que su frágil y huesudo viejo
caballo era un blanco corcel. Un hombre flaco, que algo sabía de los sueños
imposibles y que se convertiría , con el paso inevitable de los tiempos, en el
gran héroe de las derrotas más bellas, tiernas e inolvidables de la literatura
universal.
Ese lugar de la vieja España, la Mancha, en Castilla
la Vieja, es como el territorio del despertar de las palomas que vuelan en toda
poesía de habla hispana. Desde que Cervantes fundió la palabra con la épica y
la dignidad de la existencia humana enfrentada a sus fantasmas, vacíos,
destellos y sombras, el sueño como una verdad invertida y la realidad como un
espejo mustio y opaco.
La Mancha llana, la manchega llanura, también es como
aquel despoblado pueblo que se prolonga entre los lectores que amamos la
deconstrucción de la realidad a partir de lo que nos juegan las palabras sobre
un papel. Es tal vez ese terreno físico anhelado, adonde tejer las aventuras
que jamás viviremos y que se las asignamos a los Quijotes que escondemos dentro
de cada una de nuestras almas. Nada más hermoso que inventar la realidad, pues
sabemos que ésta nunca existirá si no existe la palabra antes.
La palabra crea realidades, es una frase a estas
alturas archi reconocida y repetida, pero cuan profunda y brutal es! Las
palabras a veces mal dichas entonces son un obstáculo para provocar realidades
compartidas, las bien dichas entonces serían parte del anhelado vínculo con otro-otra,
una manera de advertir que hay vida entre las personas.
Algo de esto y mucho más tiene la palabra cuando la
dice, la escribe, la canta y la dibuja Lulo Arias - un artista cuya
especialidad es crear realidades de manera yuxtapuesta- entre estas variantes de la comunicación
humana: El canto, la dicción, la escritura y el dibujo. Todos con una asombrosa
y sofisticada afinidad.
Lulo es desde hace muchos años un líder en todo este
oficio y se lo toma con la misma velocidad de ejecución cuando rapea y cuando
dibuja, la misma lucidez y naturalidad sostenidas en un lenguaje fino, sencillo
y a la vez estético, haciendo que cada una de esas acciones tengan valor en sí
mismo y un impacto amoroso que proviene de su nobleza y extraordinaria
capacidad creativa.
Legua York
El hip-hop es una estructura que reúne música y
poesía, ambas contenidas en un ritmo tan establecido como la métrica de fraseo
del 4/4. Es un modo de expresar tan concreto como lleno de códigos, que son
como llaves especiales que obligan la detención del ritmo desbocado de lo vacuo
y liviano, para darle paso a lo que más importa: la atención. Llamado de
atención, porque aquí no hay simplemente una estructura y un ritmo, aquí se
presenta de manera directa, transparente y reflexiva la palabra de un
territorio, de un barrio, de un lugar específico urbano que alberga a gente que
empieza a fluir del imaginario a lo real a través del poeta que rapea
(rapoeta).
De alguna manera el hip-hop es una versión modernizada
del canto a lo humano y a lo divino, que se cuela en la distinción e identidad
de cada sector de un determinado territorio. Siendo el lenguaje de realidades
más preciso que un minuto de mapa y más humano que un catastro de censo.
Gustavo “Lulo” Arias crea junto a dos amigos “Legua York”, una de las bandas de Hip
Hop más icónicas e influyentes de Chile, y quienes desde1997 representan una
perspectiva de horizonte que canta las realidades de ese lugar de Santiago
llamado La Legua.
Entre La Legua y Nueva York, según Lulo, existía ese
afán de parecerse en cuanto a que entre estos dos lugares tan equidistantes, la
cultura de las métricas y narrativas de la rapoesía se hermanan desde las
mismas precariedades y anhelos de justicia y dignidad. Así es que segregación,
pobreza, droga, marginalidad y delincuencia entran a la pista con el mismo pie
forzado que la educación, el reconocimiento y respeto del fenómeno
intercultural que proviene de la integración migratoria, la vivienda y vida
digna para ser en su conjunto un escudo unitario de la sobrevivencia.
El parecerse desde la resistencia es precisamente el
campo de globalizar lo local y viceversa. De intercambiar sueños y esperanzas,
de limpiarse las lágrimas y de seguir creando, por eso el origen del nombre de
la banda más que sonar irónico es umbilical pues los lugares donde emergen
estas formas de conectar pueden finalmente siempre ser aquellos lugares como La
Mancha, cuyo nombre para ciertos personajes poderosos es preferible no recordar
y menos nombrar.
Escuchar a los Legua York también acerca un poco a la
memoria a la Lira popular. Esta, tomaba la tradición de los poetas y
cantores del campo, trasladándola desde el lenguaje oral al escrito, llegando a
tirajes de miles de hojas "imprentadas", que se distribuían y
voceaban en las ferias, las fondas y los suburbios por donde transitaban los y
las ciudadanas. De alguna manera u otra, esa lira popular hoy es un regreso a
la oralidad cantada en las micros o el metro cuando chicas y chicos rapean
acompañados de sus tumtum y sus parlantes elocuentes, que alimentan con su
voraz voz popular la inmovilidad de los pasajeros enchufados alienados en sus
vidas audifonadas.
El
dibujo como rapoema
Hay algo que puede pasar como parte de
la inmensa e incombustible capacidad creativa de Luloy es que dibuja como habla y como escribe, al
mismo tiempo. Más bien hay un acontecer persistente en él que lo implica en la
relación con el generar valor en los vínculos de manera permanente utilizando
todas las herramientas que pueda tener a mano. Así como lleva consigo el poema
urbano también lleva lápices, cartones, hojas, cajitas de remedios desechadas,
bandejas de queques que saca a relucir mientras los demás conversan y en
silencio comienza a repartirlos en formas de regalos que son espejos del
momento.
Entonces ahí aparece un acontecimiento
nuevo, ahí se abre su caja de pandora y se despliega en toda su magnitud una
forma de lenguaje que conmueve porque descompagina las métricas de la lógica
relacional entre las personas; ahí hay un hombre que es niño a la vez, y que es
poblador, que es arte, que es vecino, que es padre, amigo, poeta, cantor,
concejal, político, en fin; un hombre bueno que es feliz revolviendo el
gallinero de los cotidianos regulares y verticales.
Es como si el pensamiento lateral saliera
a dar un paseo sin problema alguno con la velocidad del acertijo, la picardía
criolla, la vuelta de tuerca del momento convertido en seres fluorescentes
captados e inmortalizados por los sentidos de Lulo.
Estamos frente a una manera de hablar y
conectar por medio del dibujo a mano que no es saga cómica, no es historieta,
no es retrato, no es caricatura. Lulo Arias es dueño y señor de una manera de
comunicación única, original e inédita que nace de una pulsión de un lenguaje
construido todo en uno: rap, letra, ritmo, música, poesía, color, trazo,
dibujo, relato en lugar de la construcción de una frase que espera ser
respondida por algún interlocutor. La realidad construida por tanto es una
particularidad iluminada, encerrada en la intención de una nueva forma de
lenguaje, a la cual tal vez podríamos clasificar como la rapoesía fluorescente capaz de cruzar toda intención de normar
lo que ahí se está diciendo. La rapoesía fluoerescente es un dibujo instantáneo
que concentra un segundo captado y que luego se interpreta en tiempo real lo
que Lulo demora en dibujar y colorear (entre 1 y 3 minutos).
Pero esto no es todo. En este
constructo existe la cultura popular como eje que le da movimiento y sentido.
Humor, sátira, ternura, mensaje social y político, las formas de una disrupción
necesaria y a la vez cruenta porque esconde en si mismo una forma de vincularse
en estos tiempo de transformación profunda incluyendo a la poesía, aquella
inmanejable e inclasificable forma de contar el cosmos y el caos o de ponerle
agua pura a las cosas para que florezcan nuevas como nuevas formas de lo
desconocido para hacerlas amables e integradas.
Las maneras que tiene el arte para
inmiscuirse en la vida normal de los humanos siempre estará tensionada por la
deconstrucción de la realidad ya que el arte deja ahí la nueva palabra que
remueve todo. La palabra en colores, en trazos, en soportes distintos a los que
brotan de la boca o el papel. La palabra es un fusil y una rosa a la vez, la
palabra se guarda en cajitas y en bolsitas ziploc y duermen al lado de un
quijote posmoderno llamado Lulo Arias y su mujer y sus hijos en un departamento
de La Legua y desde ahí se van levantando al mundo como aquellos molinos de
viento o cabalgando al lomo de Rocinantes que llenan el vacío inestable de las
incertidumbres diciéndonos que es viable y necesario soñar, abrir, hacer, para
que la rapoesía fluorescente sea tal
vez la única herramienta que nos reúna como una sociedad más hermana y hermosa.
La mano de Mario Ángel Figueroa fluye en el mapa de un soporte
plano teniendo solo como único vaivén la emoción del gesto que acaricia con
color la serie de acontecimientos que sucedieron durante octubre de 2019 a
Marzo de 2020 en Plaza Dignidad de Santiago de Chileno es lo que clásicamente podría definirse
como la de un pintor de la Escuela de la expresión abstracta puesto que lo que
vemos ahí es una crónica orgánica del movimiento cargado de los elementos
reconocibles que la componen como particularidades reconocibles que provienen
de la experiencia del recorrido personal del autor como parte de esos
acontecimientos, su historia como miembro de la tribu que marcha sumado a la
influencia de los medios audiovisuales que desde lejos captan lo que sucedió
ahí en esas fechas.
Las cargas simbólicas que inspiran esta interminable serie
provienen de lo vivido y de las gráficas de la épica y del entorno, los drones
que ayudan a la construcción de un mapeo mental del plano urbano refundado en
la multitud, los distintos puntos de fuga, las carreras de los manifestantes
arrancando de los pacos, los bailes, los neones, los cantos, el multicolor
disfraz de los antifaces todos ellos contenidos en el silencio omnipresente de
una época de la ciudad inmaculada y tomada por el control.
Esta irrupción de la forma representada como pintura se sale
de lo académico y la clasificación del estilo poniéndose en un lugar
reconocible y re significado. La realidad acontece en el lenguaje,pero aquí se libera de manera muy natural un
corpus lingüístico, un conjunto amplio y estructurado de ejemplos reales de uso
de la lengua tanto escrita como oral, tanto urbana como rural. Mario genera ese
cuerpo de realidad a partir de referencias populares y semióticas tan dinámicas
como escondidas en el consiente político de un colectivo espontáneo cuyo
génesis es el de un estallido social. Y eso está muy lejos de ser abstracto o
simple ejercicio de color sobre el papel.
Las obras son pequeñas y no están pensadas para su
exposición puesto que están contenidas en un cuaderno anillado como bitácora
del tiempo, como crónicas o relatos de reportaje de actualidad retratada pero a
la misma vez contenida y clandestina como si fuera el libro de vida guardado,
secreto y pudoroso. El formato y sus soporte no son al azar, no es que sea así
por falta de recursos. Es así porque la relación con el motivo es idéntico y
cómplice de una manera de crear en el silencio y en la distancia de un modelo que
propone un tipo de arte realista o expresionista que solo funcionaría en los
espacios conservadores de galerías y museos, espacios bastante distantes de lo
que Mario Ángel Figueroa nos está contando desde su cuaderno, su cajita secreta donde
esconde ese corpus lingüístico.
Aquí hay una lucha por dignidades humanas en el espacio baldío
y triste de una sociedad que tiene a invisibilizar y estigmatizar la rebeldía
como si fuera una anécdota pasajera. Entonces no queda otro camino que llenar
de color y movimiento expresionista las hojas de un cuaderno para hacer de él
un tesoro de la memoria, la hermandad y la siempre hermosa reunión intercultural
y multigeneracional que florece en el campo de una nueva unidad popular.
« Deja tu tierra natal y la
casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran
nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré
a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán
todos los pueblos de la tierra ». —Génesis 12:1-3.
Así habló Yahveh a sus descendientes; la tierra prometida
tenía no sólo una configuración de limitaciones físicas (el
Neguev y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo y al Líbano) si no que además era parte de una idealización de
la libertad de todo un pueblo perseguido, la carga de una herencia de
esperanzas al pueblo judío en tiempos faraónicos, sometidos al dolor y a la
muerte.
No hay
esperanza sin una descendencia que pueda labrar la tierra nuevamente, crecer,
estar, ser.
Algo se
esconde ahí en la Tierra prometida de Coco González Lohse. Algo que sostiene
literalmente el paisaje cual palabra divina incluida además como protagonista
inmersa en el entorno.
La Tierra prometida es una nueva entrega de estas
observaciones que oscilan entre el minimalismo del objeto (son cuadros de 15 x
20 cms) y la magnitud espacial de lo que se pinta, es decir el paisaje en su
holística dimensión se traba ante el ojo del espectador abriendo el campo a la
necesaria perplejidad del territorio vulnerado que es Chile, el país con las
esquinas rotas con vista al mar o esa cornisa permanente y fatal de donde
colgamos todas y todos.
Coco González es un observador único, métrico, sutil,
sensible devorador de esquinas sinuosas y rincones que no dicen nada aparente
pero que al ser tocadas por su ojo inquieto cobran una vida nueva como
haciéndole el quite al desmayo de la memoria.
Busquilla de piezas olvidadas en el tiempo y juguetes
oxidados que son como las cabecitas de los fósforos de Los Andes o las marcas
que dejó ese POP de los 80s del cual es un leal y digno representante,
depositario además de lo que se quedó por decir o lo que se dijo hasta el
hartazgo en aquellos años y los venideros.
Hay un sonido del silencio en la obra de Coco, algo que nos
hace entrar en los túneles propios, oscuros como metáforas de nuestros
territorios repartidos que están bastante lejos de lo que vemos.
Ese silencio de campos del hielo sur o el desierto-desierto,
los temibles vientos patagónicos o que se encuentran silbando fuerte entre los
Andes, las mareas interminables gigantes del estrecho de Magallanes, o los
edificios que son como hoyos negros emplazados en nuestras pequeñas ciudades incomprensibles
y llenas de sentido común.
Si hay algo que cruza la pintura de muchxs pintores de la
generación del Coco es la oscuridad, ese negro betún con viridian, carmín y
azul prusia que aprieta o inunda la forma que intenta ser liberada. No es
azaroso este punto y tampoco es un detalle menor; así como los pintores
románticos franceses de fines del S. XVIII, la humedad, la niebla, la oscuridad
que reinaba ponía una tensión de inesperada vergüenza humana en cada obra, en
el caso de muchos de las y los pintorxs chilenxs de los 80, es también una
manera de sucumbir al vacío o al reconocimiento del existir, tal vez con esa
cuota tan necesaria de romanticismo épico y precario a la vez.
En esta nueva obra del Coco se nos viene todo aquello
nuevamente con una tensión notable y de una alta concentración poética de un
silencio que busca gritar desde esos rincones que pocos ven o habitan. Hay algo
que se esconde en nuestra historia, que se devela aquí, desde lo oscuro
invisible que fluye de ese realismo-sur del sur del mundo, algo que se
complejiza con la palabra que aparece ahí: Ética, Virus, Raza, Pena, Olvido,
Caduco, Duda. ¿qué son esas palabras? Lo que es? Lo que falta? Lo que subyuga,
lo que libera?
Que son las palabras sino fusiles en la sien de los
autómatas y más aún, que son esas palabras en las derivas de nuestros
territorios vacíos de muchedumbre que solo están vivos porque están vírgenes de
nosotros mismos?
Aquí la Tierra prometida que nos propone Coco González Lohse
adquiere la magnitud que trasciende el
momentum nos llega en pequeño formato como lágrimas o como portadas de un
libro pequeño en donde se escriben nuestra vidas, las pasadas, las presentes,
las que vendrán.
Muchos rostros se mueven en pantalla. Algunos en el silencio
opcional del botón del zoom, otros semi cortados por las bajas de señal del
wifi y con el audio entrecortado.
Otros prefieren una letra o una foto que los borre del
espacio extraño de la reunión telemática; traumas del ojo escondido en la
desesperanza humana de una reinvención obligada.
Quizás cuantas otras cosas pasan por debajo de la pantalla y
sin embargo están ahí los retratos moviéndose en el paño de la pantalla, el
canvas RGB brillante de un celular o un computador.
Personas en meet, en el teletrabajo, en salas de clases que
no son salas más bien son espacios íntimos teñidos de algo que más bien debiera
ser y no es.Muchos rostros unidos entre sí también son las distancias
efímeras y gigantes unidas entre sí, horas diferentes unidas entre sí, todas en
un instante formando parte del acuerdo de un encuentro.
Transferir esta realidada un trabajo de pintura es un gesto de humanidad primero y en seguida es
un acto de observación extremadamente refinado y sensible y es quizás lo más
relevante que me ha tocado experimentar este año como colega artista y como
espectador de la elaboración de la obra de arte.
La muestra Piel Zoom
de los artistas José León y Rodrigo Cociña nos llena de pantallas que cubren
ese vacío de la esperanza del tacto imposible, tan vívido como angustiante del
año que vivimos presos del COVID-19. Eso lo acerca a una explicación de la
pulsión humana más básica que es sentir al otro-otra, fundirse en los
encuentros, romper el cerco de la distancia social o íntima entre dos o más
seres humanos.
Pintar las multipantallas, me refiero al pantallazo del
computador como modelo de naturaleza muerta, pareciera ser algo esperable en
cuanto a la ejecución o interpretación mejor dicho. Lo maravilloso que tiene
este trabajo es entre otras cosas el acto de pintarlo así de brutal como a su
vez así de puro y noble porque para pintar el todo es indispensable separarlo.
Así cada cuadro representa a una persona en su soporte
solitario que es algo mucho más fuerte y desgarrador que la unicidad.
La pintura nos permite reencontrarnos en el vacío del ser
auto filmados para un encuentro con otras y otros.La pintura entonces nos hace vernos alejados de esa lógica
que determina el formato líquido y brillante de la pantalla para devolvernos a
esa blanda realidad de la vida cotidiana llena de miedos y sorpresas.
Rodrigo Cociña además pinta en el suelo sus retratos. Como
un niño que pinta con tempera en su dormitorio. Ese detalle también es
significativo en cuanto al cuerpo modelado ante el trabajo del retrato
tradicional donde la postura corporal es de pie ante un espejo o ante un
modelo.
Hacerlo en el suelo es la poesía de de construir la angustia
del rostro empantallado y recrearlo en la inocencia del tiempo que le tocó a
ese rostro, el momento que estuvo ese rostro al lado de otros, encerrado por
otros y separados entre barrotes móviles de los pictures in pictures cual monos
animados al azar dictatorial del mouse.
La pintura nos permite reencontrarnos en el vacío del ser
auto filmados para un encuentro con otras y otros.La pintura entonces nos hace vernos alejados de esa lógica
que determina el formato líquido y brillante de la pantalla para devolvernos a
esa blanda realidad de la vida cotidiana llena de miedos y sorpresas.
Ver todo este despliegue de imágenes congeladas de los
rostrospintados es impactante pues la
pintura no deja de tener su sentido de gesto a tal punto que la des-figuración
es finalmente lo desfigurado de la situación que la motiva, el modelo es ahora
si, una razón para la disrupción y la rebelión urgente al dolor del encierro.
Y eso no es ni más ni menos la manera más precisa, noble y
honesta de decirnos que nos necesitamos más que nunca.
Guillermo Grebe
elartwriter
La muestra Piel Zoom de José León y Rodrigo Cociña
Al parecer el encierro se ha convertido en una permanente
rutina de encontrarse con los objetos que comúnmente nos rodean de manera
vertiginosa y hasta creemos que son tan familiares que ellos mismos nos miran
como descubriéndose en un espacio que se ha ganado a punta de esa costumbre de
llenar espacios de rincones, paredes, puertas, ventanas llamada decoración.
Es ahí que podemos ver nuestros abismos espaciales internos,
ya nada es como en algún momento definimos que era, ya las cosas son objetos
sin objeto, y luego dejan de vivir en nosotros como lo hacían antes.
El color del piso no es el mismo al de las paredes, existe
un abajo, al lado, arriba, existen las ventanas y las puertas en sentido
lógico, pero nuestras cabezas comienzan a querer que de alguna manera u otra
todo ese orden se desordene como pidiendo un regalo en la agonía del mismo día
de ayer que es como el de anteayer. Es como si nos enfrentáramos a una danza
sin ritmo y desarticulada donde lo que se baila carece de armonía reconocible.
Los lugares donde vivimos se han convertido en nichos de
confinamiento y nuestras vistas se han ido hacia paredes vacías de emociones.
Tal vez por esta razón aparece la necesidad de que las ventanas sean relatos y
que los espejos se llenen de motivos que no seamos nosotros mismos vistos de
manera opuesta y que los objetos que definimos como compañías inertes no
jueguen con los colores del sofá sino que sean acompañantes con sentido para
devolvernos la vida recreada para que ese espacio permanente sea algo que vive
en permanente hallazgo y movimiento.
Entonces puede ser que el Arte, y esta vez ya no la
decoración, se abran paso en ese juego valórico del deshecho para arrancar de
manera digna y creativa de esa costumbre de convivir con más de lo mismo. El
Arte es como una válvula de escape o de resistencia al confinamiento en cuanto
puede sugerir espacios poco comunes para una situación real bastante poco
común. Y eso puede llevarnos camino a lo nuevo.
El lugar común donde estamos caminando es una red
ciberespacial; ahí navegamos líquidamente buscando, chismeando,
entreteniéndonos, conversando con multipantallas abiertas que se caen pixeladas
de vez en cuando haciendo de la realidad un asunto con fechas, horarios y zoom.
La vida del día se acaba rápidamente bajo una nueva dictadura de las rutinas.
Y ahí, entre tanta normalidad pedestre repartida en unos
pocos m2 y el cibermundo es que hace sentido acercarse al arte porque no hay
nada más sanador que esa ficción anhelada y liberadora que reemplace una
realidad que más bien juega el rol de respirador artificial para los internos
presos en sus interiores.
Los museos on line se llenan de visitas para disfrutar
paseos virtuales 360, las salas de cine son pequeños aparatos que son teléfonos
en realidad y las galerías de arte reabren sus puertas con compradores
anhelantes, coleccionistas que sacan cuentas post Covid pues suponen que en
tiempos de vacas flacas los artistas debieran ser los más flacos de todos o en
su defecto los más vacas y en ambos casos ni sagrados ni tan raquíticos, la
verdad es una sola; Por supuesto que si!. No sólo los artistas visuales han
sufrido este encierro; Toda la comunidad que trabaja en las industrias
creativas y en la cultura está literalmente quebrada y lo peor de todo sin
apoyo real del estado salvo algunos fondos abiertos cuyas convocatorias y
condiciones son un chiste de muy mal gusto.
Los artistas visuales han tenido que vagar sin
salvoconductos entre la desafección del trato directo con las galerías y la
imposibilidad de abrir sus talleres a posibles compradores con la ventaja de
poder exhibir sus trabajos en vivo y en directo y han tenido la alternativa
revitalizada de las galerías on line como posibilidad concreta de estar en la
vitrina. De lo análogo a lo digital hay un paso vertiginoso y en este sentido
tal vez esa ficción del objeto en cuanto a lo imaginado como propiedad de
colección se convierte en deseo de ser ubicado aunque no sea necesario verlo
expuesto físicamente o guardado en una bóveda de alguna galería.
Es curioso, pero en estos tiempos que acumulan distancias en
el encierro muchas galerías virtuales han logrado vender más piezas de sus
colecciones que en tiempos de normalidad y ese fenómeno se debe a múltiples
factores:
El primero es que efectivamente los precios se han adaptado
a lo urgente y también que el modelo tradicional de una galería que tiene su
versión on line (no todas lo tienen en forma de e-commerce) has sabido adaptarse
aplicando estrategias de promoción más agresivas y mejor canalizadas hacia sus
clusters.
Una buena estrategia para una oferta de galería de arte se
basa en entender como promocionar sin perder el aura del arte alejando toda
tentación con lo decorativo pero sin dejar de vista que en la experiencia del
vitrineo y la compra hay un imaginario que se debe componer puesto que lo que
se ve expuesto no existe sino que más bien está guardado para que exista; lo
virtual tiene esa realidad fragmentada por el pixelismo visual que esconde algo
que no se puede dimensionar ni tocar ni ver de cerca en detalle, por más que
existan herramientas que ayuden, no hay nada como poder mirar la obra en su
real existencia, soporte y técnica.
En este contexto las galerías virtuales han sabido hacer
esta conversión promocional y han visto buenos resultados para suerte de muchxs
artistas y para quienes los promueven, pero también hay algo que puede ser un
factor no menos importante y es aquel que hace alusión a quien busca arte y lo
compra y que tal vez, -y esto si desearía creerlo- es alguien que se cansó de
la pieza decorativa que se sustenta en un relleno desequilibradoy la cambió por el sentido de la pieza como
Obra que acompaña un espacio importante de su vida.
El encierro tiene estos misterios; Estamos rodeados de cosas
y sin embargo nos quedamos encerrados para auto sostenernos sobreviviendo en el
vacío y las distancias palpables y en ese vértigo lo único común que sopla a
nuestro lado es el trabajo que producen los artistas.